sábado, 21 de julio de 2018

Me reservo el derecho (prosa-ficción)

Me reservo el derecho a contar a la ligera los sentimientos que, tras tres años de su ausencia, sigo regenerando cada mes, en el día exacto de su despedida, de manera religiosa.
Un miércoles de abril, en la estación del metro Príncipe Pío me abrazó, rodeándome con esos brazos que me solían calmar, los únicos capaces de apaciguar mi atribulada mente y decía como siempre "eres resiliente" , lo decía  con tal convicción que yo, testaruda, lo creía pero creía más en él que en sus afirmaciones. Recuerdo que en esos momentos presentía cierta desazón entre nosotros pues fui demasiado sincera  y él extremadamente cruel al olvidar quién era.
"Brillante truco de apariencias" así éramos, desenfadados, cómplices, los secretos no existían entre los dos, dinámicos, provocadores, yo excusaba mi actitud a la juventud mientras la iniciación de tu experiencia te justificaba. Nada nos unía sin embargo siempre regresábamos el uno al otro y ahora tan solo no existimos (o eso confesamos a los demás). "Tu presencia es mi pesadilla"  frase nunca mejor dicha.
Me reservo el derecho a que no existas más para mí. Un cariño inmensurable que no había forma de definirlo con exactitud, una necesidad de cada viernes por la noche, una censura de medio día y un vagón del Renfe que no contará nada explícito.
En el secreto de la oscuridad podíamos ser normales, tratarnos suavemente, delicadamente y ellos parecía sospechar de esos viernes por la noche, de esa censura al medio día y de aquel vagón del Renfe.
Ahora que no estás (y que ni estarás) solo puedo recordar tu voz e intentar memorizar  las palabras de aliento en las peores situaciones en que me tendiste la mano. Esas palabras que como un ibuprofeno siempre me han aliviado.
Y conocías más de mi. Era impresionante la facilidad con la que sacabas de mi mente los pensamientos más escondidos y penetrabas, sin pedir permiso, el pasado.
España eres tú, Madrid empezó gracias a ti. Lo sabes de sobra.











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