Te observo desde mi
caballete,
Con la paleta
húmeda, el óleo fresco
Y el pincel
perfilando las primeras líneas
De tu cuerpo.
Te presentas de
espaldas hacia mí,
Con las manos
cruzadas en el bordillo de la ventana
Y con una sonrisa
que no llego alcanzar a ver.
-
Mi pincel va
dibujando el contorno de tus hombros,
Erguidos, tensos y
perfectos
Y se detiene al
bordear tu espalda,
Para remarcar las cicatrices que perforan tu
piel,
Las señales de una
infancia violenta,
Y de una amante que
no supo ver
La tristeza oculta
tras tu sonrisa de miel.
-
Te observo con
detenimiento,
Como observa un
pintor a su musa,
Para llegar al
clímax de la inspiración.
Mi pincel recorre
tu pelo rubio,
Maltratado,
Baja por la línea
recta de tu cuello,
Regresa a retocar
tus hombros
Y desemboca en tus
pies rosados.
-
En mi paleta solo
hay colores oscuros
Para el claroscuro
con el que pinto tu cuerpo
Y te retrato así
tan perfecto y lozano
Como una figura
griega
Salida de una
pintura de Rubens.
Capturo el volumen
de tus muslos blancos
Y sigues ahí, quieto, como un cadáver
exquisito.
No te mueves,
No te agitas,
Parece no
importarte que las puntas
De las ventanas
abiertas rasguñen
Tu espalda.
Parece no
importarte que el viento
Te golpee en la
cara.
Eres indiferente a
todo lo que sucede,
Es como si no
tuvieras alma.
Y mi pincel te va
perfilando,
Bruscamente
persigue pintar hasta
El último detalle
de tu piel,
Violentamente
persigue trazar
Los sentimientos
que desvelar no puedo
Y los matices que
deja el óleo se confunden
Con el clima gris
de aquí adentro.
-
Sigues inerte,
Como una escultura
griega
Que se admira desde
el pedestal de un museo
Indiferente a mi
caballete, mi óleo y mi lienzo.